Derribando fake news acerca de las vacunas
Las noticias falsas se multiplicaron en los últimos tiempos y, particularmente, vinculadas a salud. Falta de testeos, efectos secundarios ocultos, chips para controlar a la población y alteración genética; no tiene asidero nada de todo eso que se dijo en redes sociales y en algunos medios de comunicación.
Las vacunas están sujetas a estrictos controles por parte de las agencias reguladoras de medicamentos. Sin embargo, las fake news o noticias falsas alrededor de las sustancias se replican de manera constante.
Uno de los mitos que más ha circulado en estas últimas semanas es que las vacunas contra la Covid-19, en particular aquellas que se basan en la tecnología de ARN mensajero (ARNm) alterarían el ADN de quienes la reciben. Esto es absolutamente falso.
Este tipo de vacunas utiliza pequeños fragmentos del código genético del coronavirus SARS-CoV-2 para producir una sola proteína del virus dentro del cuerpo humano. El objetivo es que el sistema inmune reconozca a esa estructura y comience a producir anticuerpos para atacar al virus.
La inyección de ARN no altera ni modifica la secuencia de ADN de quienes reciben la vacuna. No hay riesgo de integración del ARNm en el genoma humano debido a que, entre otros motivos, las estructuras químicas del ARN y del ADN son diferentes. Y no hay evidencia de que el ARNm integrado por las células del organismo después de una vacunación se convierta en ADN.
En términos generales, ninguna vacuna puede modificar genéticamente el ADN humano, porque –además- la modificación genética implicaría la inserción deliberada de ADN extraño en el núcleo de una célula humana y las vacunas no hacen eso.
Otra de las fake news más comunes es que las vacunas contra el coronavirus pandémico se habrían saltado una parte de la rutina normal en el desarrollo de vacunas: las pruebas en animales de laboratorio. Algo así como que se toma a las personas que se vacunan como “conejillos de Indias”. Sin embargo, y aún con la aceleración de los tiempos para poder desarrollar las vacunas, las sustancias inmunizadoras aprobadas hasta el momento han sido testeadas tanto en animales como en miles de seres humanos antes de solicitar las aprobaciones o autorizaciones de emergencia.
Más falsos conceptos: que las vacunas desencadenarían enfermedades crónicas y alergias. No hay evidencia científica de esto. Las enfermedades crónicas son de larga duración, progresan lentamente y quienes tienen alguna de ellas pueden llegar a mostrar una respuesta inmune más baja a las vacunas, y entonces los médicos tratantes deben analizar cómo adaptar o reforzar la vacunación para que surta el mejor efecto posible.
En cuanto a las alergias, se dan (en general, tomando en consideración a todas las vacunas disponibles para diferentes enfermedades) en aproximadamente una persona por cada millón de vacunados. Las reacciones alérgicas detectadas en el caso de las vacunas anticovid ocurrieron siempre en personas que ya habían tenido reacciones alérgicas graves previamente.
Todas las vacunas son sometidas a estrictas pruebas a lo largo de las diferentes fases de los ensayos clínicos que tienen que atravesar y continúan siendo evaluadas una vez están en el mercado (vigilancia poscomercialización).
Tanto los profesionales de la salud como los de la industria farmacéutica tienen la obligación de notificar cualquier sospecha acerca de reacciones adversas.
La mayoría de las reacciones adversas a las vacunas son leves y de corta duración, como dolor en la zona de aplicación, fiebre, cefalea y cansancio: similares a los efectos adversos que provocan muchas de las vacunas que se aplican desde hace décadas. Otras reacciones son mucho menos frecuentes y todos los efectos raros graves son notificados de manera inmediata.
Una de las fake news más difundidas por los grupos antivacunas (y de las que menos asidero tiene) es que la vacuna contra la Covid-19 se desarrolló como un medio para controlar a la población en general, ya sea a través del seguimiento de microchips o nano-transductores en el cerebro.
La nanotecnología es el estudio de elementos extremadamente pequeños y se puede utilizar en muchos campos de la ciencia. Las vacunas utilizan nanotecnología a través de nanopartículas lipídicas que son las envolturas moleculares grasas que ayudan a las hebras de ARNm, el mensajero genético para convertir el código del ADN en proteínas, a evadir a los guardianes biológicos del cuerpo y llegar a la célula objetivo sin degradarse.
La afirmación de que hay microchips y nanotransductores en la vacuna se deriva de un video falso que sugiere que Bill Gates afirmó haber agregado esta tecnología a la vacuna a través de fragmentos de video. Nada de eso es cierto.
Hay más fakes vinculadas a las vacunas en general. Como, por ejemplo, las que se refieren a los componentes de las vacunas. El thimerosal es un compuesto orgánico basado en el mercurio se utiliza como conservante en algunas vacunas multidosis. Este compuesto no se acumula en el cuerpo y hasta el momento no se ha descrito ningún riesgo asociado con su presencia.
Algunas vacunas contienen compuestos de aluminio como adyuvante para aumentar la respuesta inmune. La cantidad de aluminio presente en las vacunas está muy por debajo niveles considerados tóxicos. No se ha encontrado correlación entre la concentración de aluminio en sangre o cabello y antecedentes de vacunación de una persona.
Las vacunas con compuestos de aluminio pueden provocar reacciones más locales en el punto donde se inyecta la vacuna, pero estas reacciones son leves. El aluminio es uno de los metales más frecuentemente presentes en la naturaleza y durante sus primeros seis meses de vida, los bebés reciben más aluminio a través de la leche materna.
Y, finalmente, las vacunas no causan autismo. Esa fake news partió, justamente, de un estudio científico adulterado y que ha quedado totalmente desacreditado luego de otras investigaciones científicas que comprobaron que no existe ninguna relación entre autismo y vacunas.
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Fuentes:
Instituto Paul-Ehrlich de Alemania, Instituto Federal de Vacunas y Biomedicinas. Consejo Médico de Catalunya. Center for Control of Diseases, CDC.
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