Leucemia, linfoma y mieloma: qué son, en qué se diferencian y cuáles son sus síntomas y tratamientos.
Cada año, septiembre es el mes de concientización sobre estas enfermedades oncohematológicas. Conocer sus características, atender a los factores de riesgo y los síntomas de cada una puede permitir que más personas las descubran a tiempo para un abordaje terapéutico acertado.
Aunque las palabras leucemia, linfoma y mieloma son conocidas, existe un fuerte desconocimiento en torno a lo que exactamente significan. Todos los años, a nivel mundial, septiembre es el mes del conocimiento sobre estos tipos de cáncer en la sangre más frecuentes en el mundo. Es la oportunidad en la que numerosas sociedades médicas y organizaciones de pacientes buscan visibilizar estos temas brindando información clara y útil a la sociedad.
Los especialistas están convencidos de que conocer e identificar correctamente los síntomas permite aumentar la posibilidad de diagnósticos precoces, lo que ofrece mejores pronósticos y calidad de vida para los pacientes. A su vez, un paciente informado es un paciente mejor preparado para tomar decisiones sobre su tratamiento en conjunto con el médico y cumplir con las indicaciones que éste le dé.
La concientización sobre estas enfermedades se hace más visible en estas fechas: el Día Mundial de la Leucemia se conmemora el 4 de septiembre, el del Mieloma Múltiple el 5 de septiembre; el Día Mundial de Concientización sobre el Linfoma es el 15 y el Día Mundial de la Leucemia Mieloide Crónica, el 22.
Más de 100 tumores de la sangre
El término “cáncer en la sangre” ha quedado algo en desuso y se reemplazó por ‘enfermedades oncohematológicas, que engloban diversas enfermedades malignas que afectan a la médula ósea y a las células sanguíneas. Dependiendo de las células afectadas, se pueden originar hasta 137 enfermedades hematológicas malignas, según describen los actuales manuales de medicina. Los diferentes tipos de cáncer en la sangre se suelen originar en la médula ósea, el tejido esponjoso que se encuentra dentro de algunos huesos, como por ejemplo la cadera o el esternón.
La médula ósea es la “fábrica” de células madre hematopoyéticas, las cuales se dividen y maduran hasta dar lugar a los tres tipos diferentes de células de la sangre: glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. El sistema hematopoyético incluye tejidos y órganos involucrados en la proliferación, maduración y destrucción de células de la sangre (principalmente son el bazo, los ganglios linfáticos y la médula ósea).
La leucemia se origina a partir de un aumento descontrolado de las células de la sangre y/o de la médula ósea. En el linfoma, esta proliferación se genera en los ganglios linfáticos y en el mieloma múltiple, en las células plasmáticas -productoras de anticuerpos- de la médula ósea. Todos estos cuadros constituyen enfermedades oncohematológicas y son tratadas por médicos hematólogos.
No existe una única causa que provoca estas enfermedades: se considera que el origen es multifactorial: genéticos, inmunodeficiencias, carcinógenos físicos (radiaciones), químicos (solventes) y biológicos (virus). En consecuencia, la sobreproducción de células malignas o la producción insuficiente o anómala de células sanas impide que la sangre realice muchas de sus funciones, entre ellas combatir las infecciones, oxigenar los órganos vitales o prevenir hemorragias graves.
Las características de cada uno
LEUCEMIA: existen muchos tipos diferentes. De acuerdo con su forma de presentación se clasifican en agudas y crónicas, y de acuerdo al tipo de célula que las origina, en mieloide y linfoide. Las más frecuentes son: la leucemia linfoblástica aguda que constituye el cáncer más frecuente en niños (aproximadamente el 25% de los casos de cáncer en menores de 15 años y suele presentarse con fiebre, sangrados y dolores óseos) y la leucemia linfática crónica, más frecuente en adultos de Occidente, en la cual puede no ser necesario indicar un tratamiento en estadios iniciales. En la Argentina, se diagnostica un caso nuevo de leucemia cada 30 minutos.
Síntomas: varían en función del tipo de leucemia. Los más comunes son cansancio, pérdida de apetito y de peso, fiebre y sudores nocturnos; debilidad, sensación de mareo o aturdimiento, dificultades respiratorias, infecciones recurrentes, formación de moretones fácilmente, sangrado frecuente en nariz y encías; agrandamiento de los ganglios linfáticos y dolor o sensación de hinchazón estomacal. Otros síntomas generales puede ser dolor en los huesos, anemia, manchas en la piel (petequias) y hemorragias esporádicas.
Tratamientos: además de los tradicionales (quimioterapia, combinada o no con radioterapia), en los últimos años hubo un importante avance en la investigación y desarrollo farmacológico: terapias dirigidas, anticuerpos monoclonales, nuevas modalidades de trasplante de médula ósea y nuevas formas de administración de las drogas (vía oral o subcutánea) impactaron positivamente extendiendo la supervivencia y mejorando la calidad de vida de los pacientes.
LINFOMA: es un tumor maligno, el cáncer de los ganglios linfáticos, o dicho de una manera más precisa, es la transformación tumoral de los linfocitos, que son las células principales de los ganglios linfáticos. Suelen presentarse con aumento progresivo del tamaño de los ganglios (algunos son accesibles a la palpación en el cuello, axilas o ingle) y fiebre, sudoración nocturna o pérdida de peso no justificada. En conjunto, afectan a 1 de cada 5.000 personas a nivel mundial. La mayoría de los casos tiene altas probabilidades de curación si se los diagnostica y trata a tiempo.
Se clasifican en Hodgkin y no Hodgkin, con pronóstico y tratamientos diferentes. El linfoma de Hodgkin tiene un pico de incidencia en el adulto joven y otro en el paciente añoso y puede ser curable entre el 80 y el 90% de los casos diagnosticado en etapas iniciales. Los linfomas no Hodgkin son más frecuentes y comprenden un amplio rango de patologías diversas, algunas potencialmente curables (entre el 10-20%) y otras más complejas. Se dividen, a su vez, en cerca de 60 subtipos diferentes.
Síntomas: lo primero que se debe observar es el crecimiento (generalmente indoloro) de uno o varios ganglios linfáticos. Es importante prestar atención a la presencia persistente de otros síntomas que están asociados a los linfomas, sin que haya otro motivo que justifique su aparición: sudoración nocturna, aumento de la temperatura hasta los 38 grados por la noche, pérdida de peso, escalofríos, fatiga, falta de energía, pérdida del apetito, tos, picazón persistente en todo el cuerpo y/o erupciones, falta de aire y dolor de cabeza.
Tratamientos: En función del subtipo de linfoma, la extensión de la enfermedad y la edad del paciente, se utilizan, por sí solas o combinadas, diversas estrategias tales como: quimioterapia, radioterapia, terapias dirigidas, anticuerpos monoclonales y trasplante de médula ósea.
MIELOMA MÚLTIPLE: corresponde al 1% de los casos de cáncer y al 13% del cáncer hematológico. La incidencia aumenta progresivamente con la edad alcanzando un pico entre los 50 y 70 años y su presentación rara vez se da antes de los 35 años. Algunos casos fallecen a las pocas semanas del diagnóstico, mientras otros viven más de diez años.
Síntomas: diagnosticar el mieloma múltiple no es tarea fácil. Con frecuencia pasa desapercibido por los médicos de atención primaria, ya que sus síntomas son muy similares a los de otras enfermedades como gripe, fracturas de huesos, anemia, estreñimiento, entre otros. Algunos pacientes no presentan ningún síntoma; otros pueden presentar varios como orinar con frecuencia, sed, deshidratación, problemas renales, dolor abdominal, pérdida del apetito, dolor de huesos, fracturas, osteoporosis, debilidad.
Tratamientos: La incorporación de diferentes esquemas de tratamiento con fármacos permite trazar múltiples estrategias de tratamiento, que incluyen terapia de inducción, consolidación, mantenimiento y de la recaída.
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Toda esta información tiene por objetivo contribuir a la concientización y al conocimiento por parte de la comunidad sobre diversos temas vinculados al cuidado de su salud. Sin embargo, bajo ningún punto de vista intenta reemplazar el diálogo médico-paciente, que es uno de los espacios más valiosos para conocer en profundidad sobre éste y muchos otros temas, preservar la salud como estado de bienestar general, prevenir el desarrollo de enfermedades, acceder al adecuado diagnóstico de determinados cuadros e iniciar el tratamiento que el profesional de la salud sugiera y consensue con el paciente.