Tasas de éxito en tratamientos de reproducción asistida
En la Argentina se realizan 21 mil tratamientos anuales y la tasa nacimientos ronda el 24%. El sistema tiene capacidad para triplicar esa cantidad de terapias.
El 5 de junio del 2013 se sancionó en la Argentina la Ley Nacional de Fertilización Asistida y desde entonces el acceso a los tratamientos reproductivos se duplicó, a razón de 400 pacientes por cada millón de habitantes. En el país se reportan más de 21.000 casos de fertilización asistida por año, con una tasa de nacimientos que ronda el 24%.
Sin embargo, los especialistas en fertilidad del país aseguran que no se ha llegado a la cantidad de intervenciones que el sistema podría proveer, que ronda los 60.000 por año.
La Red Latinoamericana de Reproducción Asistida recolectó en 2015 datos sobre técnicas de reproducción asistida de 175 instituciones provenientes de 15 países de América Latina. Los resultados arrojan que se lograron, durante ese período, 19.601 embarazos clínicos, con una tasa de parto de entre el 21% y el 24%. Argentina es el segundo país de la región en cantidad de centros médicos especializados en fertilización asistida, y el lugar donde más tratamientos se realizan, con 409 ciclos iniciados por cada millón de habitantes.
Las técnicas más empleadas en el país son la inseminación artificial (IA), la fecundación in vitro (FIV) y la FIV con microinyección intracitoplasmática (ICSI).
La primera es un tratamiento de baja complejidad y consiste en introducir una muestra de semen, ya sea de la pareja o de un donante, en el útero o en las trompas de Falopio de la mujer.
De mayor complejidad, la FIV consiste en la unión del óvulo con el espermatozoide en el laboratorio, con el fin de obtener embriones ya fecundados que luego serán transferidos al útero materno, con el objetivo de que evolucionen hasta conseguir un embarazo.
En la ICSI la inseminación del óvulo se realiza a partir de microinyectar un espermatozoide. El óvulo es fecundado, luego se convierte en embrión y es entonces cuando los expertos lo transfieren al útero para que continúe su desarrollo.
Poco menos del 10% de las personas que buscan un embarazo se ven en la situación de tener de recurrir a alguno de estos dos últimos tratamientos. Aunque cada caso es particular, es más frecuente lograr el embarazo a través de técnicas de ‘baja complejidad’.
El éxito de las terapias depende de muchos factores. En el caso de las mujeres que utilizan sus propios óvulos, la edad es la variable más influyente y las tasas de embarazos comienzan a disminuir a partir de los 35 a 37 años. Parte de ese descenso se debe a una menor probabilidad de la mujer de quedar embarazada, y parte a un mayor riesgo de pérdida del embarazo, que se incrementa desde los 40 años.
Además, los porcentajes de éxito de los tratamientos sufren variaciones según la cantidad de embriones transferidos. A pesar de eso, la transferencia de más embriones a la vez no aumenta significativamente la posibilidad de éxito y los embarazos múltiples son de riesgo, por lo que cada vez es más infrecuente transferir más de uno o dos embriones.
En el año 2018, dos resoluciones pusieron límite de edad a la cobertura de los tratamientos de fertilización asistida en el país. Por entonces, el Ministerio de Salud de la Nación resolvió que todos los tratamientos de reproducción asistida con óvulos propios se harán a mujeres de hasta 44 años al momento de acceder al tratamiento, salvo prescripción médica en contrario.
Si el procedimiento incluye el uso de óvulos donados, ese límite se extiende hasta los 51 años. Pero las mujeres que hayan crioperservado óvulos antes de los 44 pueden realizarse tratamientos con esos gametos hasta los 51 años.
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Toda esta información tiene por objetivo contribuir a la concientización y al conocimiento por parte de la comunidad sobre diversos temas vinculados al cuidado de su salud. Sin embargo, bajo ningún punto de vista intenta reemplazar el diálogo médico-paciente, que es uno de los espacios más valiosos para conocer en profundidad sobre éste y muchos otros temas, preservar la salud como estado de bienestar general, prevenir el desarrollo de enfermedades, acceder al adecuado diagnóstico de determinados cuadros e iniciar el tratamiento que el profesional de la salud sugiera y consensue con el paciente.